Hay personas que con su sola presencia siembran alegría y paz porque
con su propio ser y su elegancia interior contribuye al bienestar de los demás.
Nuestro comportamiento ha de caracterizarse siempre por una buena educación,
por el afán de servir, la elegancia, la cordialidad y la simpatía;
cualidades que nacen de la caridad: del amor de Dios y del amor al
prójimo.
Por desgracia, en la actualidad se ha difundido un equívoco que
identifica la naturalidad y la autenticidad con el desprecio de las
formas sociales.
A veces se da un proceso que inicia por hacer a un lado los buenos
modales, y se manifiesta por el desorden, los gritos, la incorrección en el lenguaje,
la suciedad y la falta de respeto a los demás. De esto, fácilmente se
pasa a la vulgaridad y al uso de palabras hirientes. Y de allí suele
resbalarse a la obscenidad, que es la expresión verbal o corporal de lo
sexual en forma burlona o provocativa. En este proceso, la
violencia asoma en casi todas sus manifestaciones. "A la humanidad le ha
costado mucho salir de la barbarie", dice Lorenzo Servitje, hemos de
esforzarnos por no regresar a ella.
La urbanidad ayuda a que las relaciones entre personas sean más fáciles, más justas y
más humanas. Se trata, en definitiva, de comportarse con corrección.
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